domingo, 16 de abril de 2017

Carta a Ana y Mia.






Hola, queridas amigas:
Hace tiempo que caminamos por la vida cogidas de la mano.
Hemos compartido muchos momentos. Me habéis influenciado, me habéis llevado por otro sendero y me habéis convertido en una persona totalmente distinta.
Me habéis aconsejado y me habéis dicho como hacer las cosas. Os mirabais conmigo en el espejo y resaltabais todo lo que había que cambiar.
Ana, siempre estuviste ahí para ayudarme a aguantar el hambre y a ser perfecta. Me convertiste en una princesa de porcelana. Siempre me motivabas a seguir, fuese cual fuese el precio.
Mia, eras quién me ayudaba a corregir mis errores, como cuando me daba un atracón de comida y después me sentía culpable. Me enseñaste que todo error tiene solución. Me enseñaste a tener valor, a no decaer en mis metas.
Tengo miedo de decir adiós, pero a veces es necesario. Ha llegado el momento de soltar vuestras manos y caminar libre. Vosotras me habéis hecho fuerte, pero he comprendido que la comida no mata, las que matáis sois vosotras. Conseguir la delgadez a cualquier precio y, ¿para qué? Estar delgada bajo la tumba no me sirve de nada. Me habéis enseñado a seguir, a no desistir, a corregir a tiempo, y eso es justo lo que estoy haciendo.
No me arrepiento de nada, no fue una elección conoceros.
Tampoco tengo nada que reprocharos, al fin y al cabo, sois las únicas que habéis estado conmigo mientras nadie más lo estuvo.
Gracias por este tiempo juntas, gracias por hacerme crecer y gracias por hacerme fuerte. Ahora nadie puede pararme.
Hasta nunca, amigas.